Traidor

Traidor
Evitando el ablande.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Oda a los saqueos


¡Ah, el saqueo! ¡Cómo me llama el saqueo!
¿Acaso no lo oyes? ¿No lo ves, ahí agazapado, susurrándote palabras dulces?
¿No son esas promesas caricias para el alma?
¿Lo sientes? Es el calor decembrino,
la humedad prenavideña,
que como cada año nos anuncia
el inicio de la temporada de saqueos.

¡Oh, los saqueos!
Esa promesa de amor
y movilidad social ascendente por una semana
o un día
y satisfacción inmediata de necesidades básicas
como whisky y sidra y LCD
que se renueva cada verano
pulsando nuestra cuerda más íntima.

¡Uh, los saqueos!
Y esa invitación a tomar todo lo que se pueda,
a correr el riesgo
de atravesar la avenida
en ojotas
cargando una media res
transpirando.
El tiro policial o comerciante por la espalda,
eternamente inminente,
el incendio, el caos,
el bardo, el quilombo
y llevarse hasta el arbolito de Navidad
del chino puto.

¿No oyes cantar los pájaros?
Sus trinos gritan “¡saqueo!”
y “¡muerte a la yuta!”,
nos convocan a la gran reunión,
la gran intifada,
la comunión nacional
de las góndolas arrasadas
los vidrios astillados
las gomas quemadas.

¡Salid, compañeros!
¡Saquead, camaradas!
Que el Servicio Meteorológico anuncia
42 grados de sensación
y cajones de vino a granel
para los valientes.
Saqueadores de mundo, uníos.
Gordas del conurbano, estad prestas.
Temblad, Ribeiros e HiperRodós del mundo.
Los días sin Estado nos llaman a gritos y a piedrazos.

¡Ah, el saqueo!
Esa pequeña vacación antes de las vacaciones
en la pelopincho
que tanto nos pide nuestro ser,
porque ¿cómo sería vivir sin crisis?
¿qué es eso que llaman paz,
descolorida y sin gusto?

¡Oh, diciembre! ¡Oh, calor! ¡Oh, caos, dulce caos!
Te pertenezco.