Traidor

Traidor
Evitando el ablande.

miércoles, 2 de enero de 2013

Un sueño muy particular


Corría el año 1910. La Argentina del Centenario se entregaba al opulento y despreocupado sueño de ser, como dijera Rubén Darío, el granero del orbe. En aquel mismo año, David Alleno, un cuidador del cementerio de la Recoleta de origen genovés, cumplió, él también, su propio sueño de abundancia: tener una tumba en el cementerio.
 
Durante años había ahorrado con esfuerzo y muchas privaciones cada peso de que había dispuesto y, al fin, había conseguido reunir la suma necesaria para la construcción de la tumba. Entonces, viajó a Italia y encargó al escultor Canepa la confección de una estatua de sí mismo, vestido de cuidador, delante de una escoba y una regadera, y con un gran manojo de llaves en una de sus manos. Luego, la hizo traer a la Argentina y la colocó, con mucho cuidado, en la bóveda que había adquirido.

A algunos les pareció un acto genuinamente aristocrático, a otros, un gesto de soberbia desmedida, y a otros, simplemente un apuro, el que, una vez terminada la construcción de la tumba, Alleno se suicidase para poder ocuparla.

 

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