Traidor

Traidor
Evitando el ablande.

jueves, 24 de octubre de 2013


Me senté a comer en el lugar de siempre, en una mesa contra la ventana. Había unos tipos con unas máquinas asfaltando la calle.

Las máquinas eran de Maquivial, la que en los '90 esponosreó a Platense y le hizo la tribuna visitante a cambio. Maquivial queda en Don Torcuato, que queda en Tigre.

Un camión con acoplado iba vertiendo el asfalto en piedritas en una máquina zarpada que, a su vez, iba veritiendo el asfalto en la calle formando una cinta negra y rugosa. A la máquina la manejaba un tipo desde arriba. Al costado iba otro tipo, ajustando unas perillas y perforando la cinta asfáltica con un fierrito. Atrás, a pie y a cada lado de la cinta, iban unos tipos con una especie de repasador de pisos de fierro. Iba uno de cada lado, emparejando el asfalto. El del lado de la vereda era más viejo que el otro y mucho más lento y menos prolijo.

Pedí costilla de cerdo con puré de papas.

Atrás de todo eso venía una aplanadora. Unas mangueras le tiraban agua permanentemente a las dos ruedas de acero gigantes de la aplanadora. Esta máquina aplastaba el macadán, lo compactaba.

Los gallegos le dicen macadán al asfalto porque parece que a este modo de asfaltar lo inventó un tal MacAdam. Gracias, Bruguera, por tus traducciones.

La moza era un gordita petisa, rubia y con los costados de la cabeza rapados. Era amable. Una familia de chetos sentada en una mesa grande la estaba volviendo loca.

A la aplanadora la manejaba un tipo bastante viejo también. Dejaba el asfalto plano pero granulado a la vez. También la aplanadora dejaba un reguero marrón de agua con óxido.

Llegó mi plato. En vez de una costilla, como esperaba, vinieron dos. Estaban buenas, a punto, pero parecía como si la plancha hubiera estado sucia, como si antes se le hubiera quemado algo al cocinero y no hubiese podido limpiarla bien.

Primero un auto se metió por la calle, que estaba cortada. Un viejo en una mesa cercana a la mía se indignó con el pelotudohijodeputa que estaba metiéndose así por un lugar tan notoriamente clausurado. Uno de los tipos que estaba trabajando en el asfaltado también se indignó. Estaba fumando un pucho y gesticulando caliente. Cuando se bajó el vidrio resultó ser que el pelotudohijodeputa era una pelotudahijadeputa que vivía en esa cuadra o algo así. Finalmente el tipo la dejó pasar.

El puré estaba hecho con toda la mala leche del mundo. Tenía un sabor a hospital increíble y estaba apelmazado a más no poder. Era como silo hubieran calentado mil veces al microondas.

Después se metió una moto, esta vez sobre el asfalto recién colocado. El motoquero frenó, pegó la vuelta, se subió a la vereda y siguió por ahí. Entonces los tipos que estaban trabajando decidieron que era un buen momento para poner una cinta a lo ancho de la calle prohibiendo el paso sin ambigüedades.

Los chetos de la mesa pedían milanesas, pepsis, suspendían las milanesas y las volvían a pedir. Arriba de ellos estaba el televisor. TyC mostraba los goles de los argentinos en el mundo. Un tal Bordaberri clavó un golazo mano a mano con el arquero. Definió poniéndose medio de costado justo antes de patear, como mostrándole al arquero lo que iba a hacer y lo imposible que era que lo detuviese.

Ahora el indignado de la mesa estaba indignado por no sé qué materiales de construcción que no le entregaban. Se lo contaba a sus dos compañeros diciendo que eran todos una manga de hijos de puta.

Pero la costilla estaba muy bien.

La moza se había ido al baño o algo así.

El tipo de la máquina grande paró todo, abrió una especie de baúl y sacó un envase de coca de plástico retornable. Se lo pasó a otro que estaba abajo y que tenía un billete de diez pesos en la mano.

Los chetos hablaban de cómo votar. Una chica joven no había votado en las PASO y no estaba segura de poder votar el 27 de octubre.

Sonaba de fondo una música en francés, como música country en francés. La mina que atendía el mostrados tenía unos tatuajes grossos en cada brazo.

Llegó otra moto. Se le había enredado en la rueda de atrás la cinta preventiva que acababan de poner los tipos que estaban trabajando. Se detuvo sobre el asfalto nuevo y sacó la cinta. Se dio vuelta y se fue.

El puré se me estaba atrancando en el estómago. Como si hubiera tragado boligoma.

Ahora TyC mostraba a Messi con sus cuatro balones de oro. El zócalo decía algo del libro Guinness del fútbol. Una cheta vieja decía “ah, joven, si recién jubilado, joven”.

Me agarró sueño y pedí la cuenta. Justo en ese momento parece que todo el mundo pidió la cuenta.

Almorzar tarde me cae muy pesado. El puré me estaba quemando el estómago.

El indignado hablaba por celular. Una vieja cheta miraba su blackberry con funda celeste de goma. Entró una mina joven a la que toda la familia cheta parecía estar esperando. Explicó que con esos zapatos se había caído tres veces y todos se lo festejaron mucho. Incluso un pibe joven con cara de pelotudo que probablemente fuera el hermano así que no debía de tener ningún interés en levantársela. Igual le festejó mucho la anécdota. Increíblemente. Una de las viejas chetas le dijo a la moza “ahora sí, la milanesa”.

Llegó el tipo con la coca y todos tomaron. El nuevo record de TyC era el arquero con más goles convertidos en un solo partido: Chilavert.

Esa gente cheta no parecía tener ninguna obligación. Era mediodía pasado de día de semana y estaban todos ahí festejando que la piba esa se había caído tres veces. 87% de certeza de que eran felices.

Pagué y me fui. Miré a la moza para saludarla pero estaba de espaldas y me fui.

Cuando salí me desvíe unos metros para la derecha y pisé el asfalto blandito y calentito con mis zapatillas. Blandito y calentito como el puré que estaba en mi panza. Y pegajoso. Las zapatillas se me pegaban a la vereda al caminar y tenía sueño y puré choto en el estómago y esa gente era feliz un miércoles al mediodía.